Un año después y un interrogante que sigue sin respuesta: ¿Dónde está Guadalupe?
El tiempo transcurrió y no existe ninguna certeza sobre lo que pasó con la pequeña de seis años. Los rastrillajes, allanamientos y testimoniales no arrojaron pistas concretas sobre su paradero. Ahora la Justicia Federal sigue con diferentes medidas en curso, que mantienen la esperanza de su familia para poder reencontrarse con ella.
Guadalupe Belén Lucero tenía cinco años cuando su vida cambió por completo. Era un día más o quizás especial porque era el cumpleaños de su tía y madrina, Georgina. Un día de celebración que inesperadamente se convirtió en dolor. Era lunes y por mas que las temperaturas eran bajas, ella, su hermano y sus primos insistían con poder salir a jugar.
Después de tomar una chocolatada, momento que quedó plasmado en la última foto de ella, les dieron el permiso para estar en la vereda, como lo hacen los niños en cualquier punto de la ciudad. La abrigaron al igual que los demás y salió por la puerta de la casa 5, en la manzana H del Barrio 544 Viviendas. La vieron salir sin saber que sería la última vez que la verían.
La rayuela y la escondida fueron los juegos que eligió. Y ella también lo hizo sin imaginar que después no podría volver a hacerlo con los demás pequeños, que más que familiares eran sus amiguitos de ese día.
En simultáneo, los adultos conversaban y formaban parte del festejo de cumpleaños. El televisor estaba prendido, pero todo se centraba en las charlas. Los demás vecinos estaban en sus casas. Ellos si atentos a lo que les mostraba la pantalla: Argentina se enfrentaba a Chile por la Copa América. Como sucede casi de forma habitual cuando juega la Selección, las calles estaban prácticamente desiertas.
La oscuridad llegó alrededor de las 19:20. Fue cuando una de las primas de la pequeña, Ema entró a la casa 5 con cierto enfado. En ese momento alertó a todos de lo que se convertiría en una pesadilla que aún no llega a su fin. “Guada no está”, fueron las palabras que hasta hoy resuenan en las palabras de todos los que estaban allí.
La abuela de ambas salió a buscarla y al ver que su ausencia no formaba parte del juego a la escondida, notó que algo estaba mal. Inmediatamente se sumó la mamá de “Lupita”, Yamila y en las calles comenzaron a escucharse gritos por “Guadalupe” y “Belén”. De esa última forma la llamaba su mamá.
Pero la niña no respondía. Pensaron que podía haberse ido a la casa de su papá Eric, a unas cuadras del lugar. Yamila fue hasta el lugar, pero él sin entender nada negó esta posibilidad.
No aparecía y la preocupación entró a las viviendas vecinas. La Policía ya había sido alertada por Silvia. Los tíos comenzaron a difundir su imagen a través de Facebook y WhatsApp. Y así comenzó la búsqueda, encabezada por los propios familiares y los voluntarios que se sumaron. Así, en medio de la desesperación iban pasando las horas y San Luis vivía un hecho sin antecedentes, que la marcó para siempre.
Al día siguiente, era la Policía quien encabezaba todas las tareas. Los vecinos seguían colaborando en la difusión, haciendo cafés para quienes estaban trabajando para dar con su paradero y abriendo sus casas para que pudieran corroborar que la niña no estaba allí. Las calles tenían el movimiento opuesto a lo que sucedía en medio del partido.
Hasta el momento y al igual que ahora, no existía ningún registro sobre quien o quienes se habían llevado a Guadalupe. Sólo la versión de uno de los menores de una mujer vestida de negro. Esa zona no tenía cámaras de seguridad, pero tampoco surgieron de sectores aledaños.
Los primeros seis meses y una sola conclusión: “No se encuentra en la provincia”
La causa recayó en el entonces juzgado de Instrucción Penal N°2 a cargo de Ariel Parrillis, quien a los dos días determinó que no estaba extraviada, sino que alguien se la había llevado. Esas declaraciones al área de Prensa Judicial se convirtieron en la única vez que el magistrado habló sobre la causa.
Los días siguieron pasando y la familia advertía un abandono de parte del Estado provincial. Pedían que se emplearan todas las fuerzas para poder dar con el paradero. Reclamaban que fueran escuchados y hasta recibidos por las autoridades. Posiblemente dialogar con algún funcionario no iba a cambiar la realidad, pero les llevaría tranquilidad de que se estaba trabajando para que pudieran reencontrarse con Guada.
El gobernador Alberto Rodríguez Saá recién los recibió 17 días después en Terrazas del Portezuelo. Incluso, fue Nación quien cuatro días después de la ausencia, se hizo cargo de ofrecer una recompensa de $2 millones para obtener datos que ayuden a encontrar a Guadalupe. En septiembre, el monto se extendería a los $5 millones.
En las primeras semanas arribó a San Luis, la presidenta de la Fundación María de los Ángeles, Susana Trimarco, quien desde que tomó conocimiento de la desaparición se puso en contacto con la familia. Luego de conocer los primeros detalles de lo que había pasado, marcó una de las principales falencias: "Las fronteras provinciales se cerraron tarde". La entidad que conformó tras el secuestro de su hija, Marita Verón, se convirtió en querellante en la causa.
En esos momentos, las tareas de búsqueda se enfocaban a rastrillajes en diversos puntos de la provincia. Se sumaron allanamientos en viviendas aledañas al lugar del que se la llevaron y a las de otros barrios. Por los pasillos de la jefatura de Policías desfilaban familiares, vecinos y testigos que podrían aportar algo a la causa. Hubo hasta detenciones, pero nada vinculado de forma directa al robo de la niña, sino por tenencia de estupefacientes.
Pero el tiempo transcurría y cada vez había menos movimiento policial. Todos los diques habían sido escenario de las tareas. Los descampados habían sido recorridos en incontables veces. Los llamados recibidos por la familia o la Policía solo llevaban más confusión.
La familia cada vez se sentía más sola. Menos gente participaba de las marchas. El Gobierno ya ni le entregaba panfletos para repartir. No tenían información sobre la investigación. Y venían como el nombre de la niña iba desapareciendo de la escena pública.
Nada de lo que estaban viviendo podrían habérselo imaginado alguna vez y en este escenario Yamila y Silvia fueron recibidas por el presidente Alberto Fernández. Fue a fines de agosto donde el primer mandatario les transmitió su apoyo en la búsqueda. Pero si en San Luis nada se sabía, peor era el panorama a nivel nacional.
El 9 de diciembre, la Justicia provincial decidió dar un paso al costado. Fue tras determinar que “la hipótesis más fuerte es que la menor no se encuentra en la provincia”. Así lo informaron en un comunicado. Parrillis tampoco habló en ese entonces. Tampoco lo hicieron los fiscales que los acompañaron en la investigación Ricardo Barbeito, Esteban Roche y Virginia Palacios Gonella. Ninguno quiso darle voz a la decisión y responder las numerosas de preguntas que habían surgido en seis meses.
Pero si destacaron por escrito, los más de 80 cuerpos que integraban el expediente, las 180 líneas de investigación, las más de 900 declaraciones, los 465 allanamientos, los peritajes en unos 100 celulares, los rastrillajes en 1500 sectores, y las 3 mil horas de captaciones fílmicas de 113 cámaras de la zona, entre otras acciones. Ninguna de ellas aportó alguna pista firme sobre lo que pasó.
En el cierre de esa etapa, lo único que se sabía es que una persona se la llevó (por las manifestaciones de los pequeños que estaban con ella) y que el camino que habrían utilizado sería en dirección a la Autopista de las Serranías Puntanas (determinado por un integrante de la Brigada de Rescate con Intervención Canina, Santiago Diaz).
Los segundos seis meses y una esperanza que se renovó
Ya de lleno en el fuero Federal, la investigación siguió en manos fiscal de San Luis, Cristian Rachid, junto a sus pares Marcelo Colombo, Alejandra Mángano y Leonel Gómez Barbella. Desde un comienzo comenzaron a desarrollar una serie de medidas, que se mantuvieron en secreto para evitar obstaculizar las labores.
En abril, la zona cero volvió a llenarse de movimiento por nuevos rastrillajes que se realizarían, pero esta vez ordenador por la Justicia Federal. Para eso arribaron a la provincia 100 efectivos de Gendarmería y especializados en la búsqueda de personas desaparecidas. Hicieron un recorrido a pie, sin maquinarias, u otros elementos con el fin de “no destruir evidencias”.
En ese momento, encontraron una calza, una media y restos óseos. Las prendas de vestir fueron desestimadas por la familia de la menor, mientras que los huesos tenían una alta probabilidad de ser de fauna, pero de todas formas fueron sometidos a estudios.
Rachid explicó en esa ocasión el las acciones servían para varias líneas investigativas, pero principalmente para descartar la hipótesis de un accidente en la vía pública. Después de varios días lograron esto último.
Si bien en esta etapa no se dieron a conocer al menos de forma pública nuevos indicios, los familiares de la pequeña pudieron renovar la esperanza. Destacaron cambios en la manera de concretar las medidas y hasta cierta “transparencia” que no encontraron con la Justicia provincial. Esperan que ahora si puedan dar con ella y los responsables de tanto dolor.
Pero más allá del cambio de fuero, siguen latentes los cuestionamientos al manejo que hubo de parte de las fuerzas de seguridad. Entre ellos, el faltante de cámaras de seguridad en el lugar del que se la llevaron y la demora para cerrar los puestos limítrofes. Pero lo que más les duele es que nunca se sintieron respaldados por las autoridades provinciales.
Por eso, hoy reclaman y piden la renuncia del ministro de Seguridad, Luciano Anastasi y la plana mayor de la Policía.
365 días después de ese fatídico 14 de junio, el Barrio 544 Viviendas es otro. Las calles vacías, iluminación pública que si funciona pero que no borra la penumbra de la que fue escenario, los niños que ya no juegan ni en la vereda.
12 meses después, la familia se refugia en fotos, videos y recuerdos. En los últimos momentos compartidos. En esa niña de carácter fuerte que le tenía miedo a la oscuridad, pero que tenía una sonrisa que iluminaba sus vidas. En una pequeña que amaba jugar con su hermano Benja y con sus primos. En esa Lupita que siempre decía estar “aburrida” para que le prestaran un celular o que le gustaba cantar y bailar.
Un año después, San Luis ya no es el mismo San Luis porque le falta una niña de seis años, que llegó a esa edad lejos de su familia y lejos del amor del que debería haber estado rodeada.
Hoy siguen los mismos interrogantes y la ausencia de respuestas. Hoy todos piden a gritos saber ¿dónde está Guadalupe Belén Lucero?
Video: Víctor Albornoz – Edición: Juan Ledesma